sábado, 3 de febrero de 2018

JOSÉ MARTÍNEZ RUIZ, AZORÍN

Azorín retratado por Zuloaga. Colección particular, Madrid.

José Martínez Ruiz, Azorín (1873-1967). El 26 de octubre de 1924 ingresó en la RAE (silla P) con el discurso Una hora de España. (Entre 1560 y 1590). El texto volvió a editarse en 2014 dentro de la colección —dirigida por Pedro Álvarez de Miranda— que la Academia preparó como parte del programa conmemorativo del III Centenario de la corporación. Azorín falleció en Madrid el 2 de marzo de 1967. Su pueblo natal, Monóvar (Alicante), así como algunas instituciones valencianas, se sumarán en 2017 a los distintos actos del cincuentenario de su muerte. En el mes de septiembre de 2016, el pleno de las Cortes Valencianas aprobó declarar 2017 como Año Azorín

Articulista, novelista, ensayista y dramaturgo, José Martínez Ruiz, que comenzó a usar el seudónimo de Azorín en 1904, «es uno de los más originales escritores de la literatura española», a juicio de Miguel Ángel Lozano Marco, estudioso y antólogo de la obra del prolífico autor alicantino: «Es cierto que Azorín cultiva todos los géneros literarios, a excepción de la poesía en verso (aunque es uno de los principales poetas en prosa de nuestra lengua), pero también lo es que modifica esos géneros adecuándolos a su personal designio creador», escribe en el prólogo de la edición completa de sus novelas (Biblioteca Castro, 2011).
En 2017, con motivo del cincuentenario de su muerte, se han organizado diversas actividades en recuerdo del autor de La voluntad y Las confesiones de un pequeño filósofo, destacado miembro —y último superviviente— de la generación del 98. Entre esas conmemoraciones figura el documental Azorín. La imagen y la palabra, presentado el 22 de marzo en Alicante.

AÑOS DE FORMACIÓN
Tras siete años como alumno del colegio de los escolapios de Yecla (Murcia), desde 1881 hasta 1888, José Martínez Ruiz —el hijo mayor de una familia de nueve hermanos— comenzó sus estudios de Derecho en la Universidad de Valencia y los continuó en Granada, Salamanca —allí conoció a Miguel de Unamuno— y Madrid, pero nunca llegó a terminar la carrera.
A lo largo de este periodo de formación «entabló poco a poco amistad con los que, corriendo el tiempo, formarían la llamada Generación del 98 […], jóvenes como él, que más o menos inconscientemente se lanzaban a la creación de una nueva estética literaria, opuesta a los cánones posrománticos vigentes», explica Santiago Riopérez y Milá en el Diccionario biográfico español (2001). 

CAMBIOS IDEOLÓGICOS
En su primera juventud, Azorín se acercó a los ideales anarquistas y tradujo al español a algunos autores libertarios —Las prisiones de Kropotkin—. Incluso en 1897 fue expulsado del diario El País por «un artículo sobre el amor libre» y participó en varias protestas —contra el proyecto de homenaje a Echegaray, entre ellas— junto a otros intelectuales. Después, en los primeros años del siglo xx, se aproximó a las filas conservadoras de Antonio Maura y fue diputado por su partido en cinco ocasiones, además de secretario de Instrucción Pública dos veces, en 1917 y 1919.
En opinión de Mario Vargas Llosa, al margen de aquel «periodo de juveniles y mansas simpatías anarquistas», Azorín «fue un conservador en términos políticos, porque defendió a partidos o líderes de esta tendencia, y, en la etapa final de su vida, incluso, llegó a solidarizarse con el régimen franquista, debilidad —lamentable, sin duda— que pagaría caro, pues su obra, desde entonces, quedó muy injustamente exorcizada en su conjunto por buena parte de la intelectualidad como “de derechas”».
Durante la guerra civil española, Azorín se instaló en París con su esposa, Julia Guinda Urzanqui, con la que se había casado en 1908. Vivieron en la capital francesa desde 1938 hasta 1939, año en que Azorín, finalizada la contienda, pidió a las autoridades franquistas que le facilitaran el regreso a España. Según relata Ramón F. Llorens en El último Azorín (1936-1967), este breve exilio de José Martínez Ruiz «fue voluntario, debido a razones psicológicas». «En circunstancias de guerra —añade el profesor Llorens— Azorín se siente incapaz de continuar su tarea de escritor al sentirse perseguido y siente el temor de perder su trabajo». A lo largo de aquel año en Francia, Azorín se ganó la vida con sus colaboraciones en el diario argentino La Prensa.

ARTÍCULOS PERIODÍSTICOS
Gran parte de los textos literarios de Azorín vieron la luz por vez primera en los periódicos. El profesor e hispanista Edward Inman Fox (1934-2008), autor del más detallado catálogo bibliográfico sobre José Martínez Ruiz —Azorín: guía de la obra completa—, ha contabilizado un total de cinco mil quinientos artículos —el primero publicado en 1891 en Alicante—, más de la mitad de los cuales aparecieron en ABC, en donde colaboró desde 1905 hasta 1965.
«Desde las páginas de los periódicos de más circulación y resonancia [ABC, Diario de Barcelona, El País, El Progreso, El Pueblo Vasco, La Vanguardia, Blanco y Negro, ABC, El Sol, Arriba, Destino…], interpretaba e informaba sobre los debates parlamentarios y los acontecimientos políticos de más alcance; promovía las tendencias innovadoras en el arte y las letras; renovaba la manera de entender los valores literarios nacionales; y educaba a sus lectores sobre la geografía, la historia y la gente de los pueblos y regiones del país», afirma Inman Fox.

ELOGIO DE VARGAS LLOSA
En opinión de Mario Vargas Llosa, que le dedicó su discurso de ingreso en la RAE —Las discretas ficciones de Azorín— en 1996, «Azorín fue un creador más audaz y complejo cuando escribía artículos o pequeños ensayos que cuando hacía novelas».
«La ruta de Don Quijote (1905) es uno de los más hechiceros libros que he leído. Aunque hubiera sido el único que escribió, él solo bastaría para hacer de Azorín uno de los más elegantes artesanos de nuestra lengua y el creador de un género en el que se alían la fantasía y la observación, la crónica de viaje y la crítica literaria, el diario íntimo y el reportaje periodístico, para producir, condensada como la luz en una piedra preciosa, una obra de consumada orfebrería artística», dijo entonces Vargas Llosa.

OBRA LITERARIA
Entre los títulos de su extensa bibliografía destacan La crítica literaria en España (1893), Anarquistas literarios: notas sobre la literatura española (1895), El alma castellana (1900), Diario de un enfermo (1901), La voluntad (1902), Antonio Azorín: pequeño libro en que se habla de la vida de este peregrino señor (1903), Las confesiones de un pequeño filósofo (1904), La ruta de don Quijote (1905), Los pueblos (1905), Castilla (1912), El paisaje de España visto por los españoles (1917), Los dos Luises y otros ensayos (1921), Doña Inés. Una historia de amor (1926), Palabras al viento (1929), Pueblo (novela de los que trabajan y sufren) (1930), Pensado en España (1940), Sintiendo a España (1942), La farándula (1945), Con permiso de los cervantistas (1948), Con Cervantes (1957).
Según subraya Alonso Zamora Vicente en La Real Academia Española (1999, 2015), en la obra de Azorín «palpitan el problema del tiempo y su fugacidad y la delectación en las cosas menudas, lo que se ha llamado “primores de lo vulgar”».
Además de la literatura, a la que dedicó su vida, otro de los intereses de Azorín fue el cine. «No podré decir dónde encuentro mayor goce estético, si en el libro o en la película. (...) Dicen que el cine es el séptimo arte; yo digo, sin empacho, que es el primero», escribió en La Prensa el 1 de octubre de 1950. En 1995, bajo el título El cinematógrafo, se publicó una selección de sus artículos relacionados con el cine, desde 1921 hasta 1964.

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