miércoles, 18 de mayo de 2016

EL CUMPLEAÑOS DE LA PRINCESA CAROLINA

El cumpleaños de la Princesa Carolina
Por Claudia de Angelis


La princesa Carolina se había despertado una mañana con los títulos de nobleza desordenados.

Era el mes de Abril, y había llegado el día de su fiesta de cumpleaños.

El palacio estaba alborotado, su ama de llaves iba y venía con los preparativos: el vestido, el peinado, los zapatos, las sales de rosas para su baño, el aceite de almendras para sus cremas, las flores para su cuarto.

La Reina y el Rey obstinados en dar órdenes pretendían al mismo tiempo relajarse para disfrutar junto a Carolina, de la fiesta.

— ¿Y Carolina? ¿Alguien se había preguntado cómo se sentía ella en medio de aquel alboroto real?

Carolina era una princesa sí, pero también era una muchacha que tenía ilusiones, sentimientos y muchas ganas de cambiar su historia.

Aquella mañana, al despertar, no esperó que su ama de llaves corriese las cortinas del enorme ventanal de su cuarto, ella misma lo hizo cuando se despertó y comenzó a mirar a través de la ventana. Eso lo hacía cuando necesitaba encontrar un poco de paz.

Soñaba con un cumpleaños sencillo, tranquilo, sin demasiado lujo y sobre todo soñaba con que, al menos por una vez, sus padres se olvidaran de sus títulos de nobleza.

Cuando su ama de llaves golpeó la puerta, Carolina le dijo que viniese más tarde y lo mismo hizo con la mucama y el mayordomo que querían entregarle los primeros obsequios que había comenzado a recibir.

Ese día, al menos por unas horas, quería estar sola, tenía muchas ganas de ser feliz.

Mientras miraba la profundidad de los verdes jardines, tuvo una idea y la llevó a cabo hasta el fin.

Saltó el ventanal y mientras corría hacia la bodega pensó:

— ¡Sólo desapareciendo, voy a poder darme cuenta quién importa más, si los protocolos o yo!—dijo enojada.

Carolina llegó a la bodega un tanto agitada y cuando logró calmarse respiró hondo y con todo aquello que encontró a su alrededor, logró armarse una mesa en la que decidió almorzar junto a Juan, su amigo, un ruiseñor que nunca la dejaba sola.

Mientras tanto en el palacio los preparativos se detuvieron, porque todos estaban tratando de encontrar a la princesa.

Los Reyes, no salían de su asombro y caminaban chocándose entre ellos. En el cuarto de Carolina sobre una silla esperaban el hermoso vestido, los zapatos y el tocado que usaría en la fiesta y en la cocina, el rico olor a torta casera inundaba los pasillos de aquel palacio que había dejado de brillar.

La tarde se hizo noche sin que nadie se diera cuenta y con las primeras campanadas, se anunciaba la llegada de los invitados.
Carolina, todavía en la bodega hablaba con su amigo Juan y le decía: 

— ¿Te parece que regrese?

— Sí— contestó Juan, si tomas éste tipo de decisiones sin explicar los motivos, nadie comprende, todo se confunde.

— ¿Podrías ser más claro?

— Sí, quiero decir que siempre que tengas una opinión diferente a los demás, debes decir lo que te pasa.

Aquella respuesta tan clara de Juan, dejó sin palabras a Carolina que después de meditar un momento decidió volver al palacio descalza y en camisón tal como se había ido.

Cuando llegó a la ventana de su cuarto descubrió que estaba cerrada por dentro y por allí ya no podía entrar, entonces decidió entrar por la puerta principal del palacio. A esa hora todos los invitados habían llegado pero Carolina sólo quería abrazar a sus padres y pedirles perdón.

Algo nerviosa, subió las escalinatas luego de que los guardias reales le abrieran las puertas.

— ¡Princesa! ¡Princesa! Gritaban todos casi al mismo tiempo, entonces los reyes salieron corriendo de su habitación y fueron a abrazarla.

Carolina miró a los invitados y les dijo:

— ¡Gracias a todos por venir!— Después miró a sus padres y les pidió perdón por haberse escondido explicándoles los motivos de aquella travesura.

En ese mismo instante, las campanas sonaron y Juan, su amigo, colgado de la luz más alta del techo del palacio, le guiñaba un ojo y con su hermoso cantar animaba a todos a disfrutar de la fiesta. La princesa Carolina bailó descalza y en camisón hasta que la fiesta terminó. Ese fue el cumpleaños más lindo de su vida.




FIN




Ilustración: Bárbara Cantini

No hay comentarios:

Publicar un comentario